Desde aquel día, empezaron a cruzarse asidua y “causalmente” por el instituto y, sin saber ni cómo ni por qué, algo se removía en su interior cada vez que le veía. Es como si de una forma poderosa e inconsciente sintiera una atracción irrefrenable por él.

Finalmente, un día se animaron a hablar y, desde entonces, los dos jóvenes empezaron a quedar con frecuencia.

Al principio de la relación todo iba mágicamente bien; paseaban juntos, se hacían bromas cómplices, tenían gestos bonitos el uno con el otro, se escribían cartas de amor y una infinidad de detalles más, pero…

Poco a poco todo se empezó a torcer. Lo que estaba oculto en la sombra empezó a florecer.

Y paulatinamente empezaron a llegar las decepciones, las desilusiones, las discusiones…hasta que la situación se hizo insostenible y definitivamente rompieron lo que inició como un idílico sueño de color rosita.

No se explicaba el por qué ni el cómo. Ella pensaba que él era su príncipe azul y ella misma su princesa, como en las películas de Disney. ¿Qué fue lo que falló?

Pasaron las semanas, los meses, los años… y, la que un día hubo sido la niña más feliz de la Tierra, jamás volvió a serlo, por el dolor de esa profunda herida, que quedó para siempre abierta y sangrando.

Pero la fe es lo último que se pierde y, con el paso de los años y otra sucesión de bonitas causalidades, la mujer encontró un mapa, que contenía una fórmula mágica, que revelaba un tesoro para sus relaciones íntimas.

Intrigada, lo siguió paso a paso y, a medida que iba haciendo pequeños descubrimientos por el camino, iba abriendo los ojos y despertando de aquel doloroso letargo en el que había estado sumida toda su vida.

Ese mapa con esa fórmula era justamente lo que le faltó de niña para haber vivido su primera relación de una forma diferente, de forma real, al igual que todas las demás todas las relaciones de su vida.

También comprendió que no debía volver a recriminarse por ello. Ella lo hizo lo mejor que supo con el conocimiento y las herramientas que tenía en ese momento. Además, en el fondo de su corazón sabía que la vida es perfecta y que todo había sucedido como tenía que suceder.

Comenzó a mostrarse agradecida al pasado, confiada en el futuro y, valga la redundancia, presente en el presente. Era el día 1 de su nueva vida, la de verdad.

Una vida en la que ya SÍ iba a disfrutar de sus relaciones.